martes, 30 de julio de 2019

Dónde están que yo lo vea...

   Hola personitas, aquí estoy retomando el hábito de ávido lector con cosas nuevas. Esta entrada es el resultado de la primera interacción con la Iniciativa Mundos literarios (del que puedes ver un banner a la derecha). Esta primera propuesta salió a raiz de la celebración del Orgullo LGTBI. Afortunadamente están surgiendo muchas autoras y autores que está visibilizando este colectivo incluyendo protagonistas aprovechando tan rica diversidad y rompiendo los estereotipos que, parece, se habían instalado de manera férrea en la literatura.

  En este punto resultaba interesante hacer un breve recorrido por algunos autores y personajes  que pasaron, con mayor o menor suerte, a historia de la literatura. Realizaré una pequeña muestra de algunos personajes, no estarán todos pero trataré de hacer un breve recorrido que abarque el abanico más amplio.

   Debería empezar por el principio: las primeras referencias de las que tengo constancia (es posible que haciendo un análisis más profundo las pueda haber anteriores) es en la literatura griega, la homosexualidad era contemplada desde otro prisma y queda plasmada en obras de Heródoto, Platón o Plutarco donde relataban cómo los vínculos afectivos entre soldados alimentaba el espíritu combativo. En la mitología tenemos algunas historias, como el mito de Ganímedes donde se nos relata el amor instantáneo que Zeus siente por el joven héroe y su posterior rapto para convertirlo en su amante. La literatura lésbica tiene también en Safo y los mitos antiguos su representación. La transexualidad también tiene su cabida entre los mitos, no solo por la afición de nuestro díscolo Zeus a cambiar de sexo según la conquista que deseara realizar, sino en personajes como Tiresias o Cenes que llevaron en su vida una transición al sexo opuesto unas veces como castigo y otras como recompensa.

  Con la caída del imperio romano y la expansión del cristianismo desaparece prácticamente de la literatura cualquier referencia que no fuese condenatoria al amor o las relaciones entre personas del mismo sexo. La oscura sombra de la religión condenó a la clandestinidad a cualquier manifestación que no fuese aprobada por la férrea censura establecida y no fue hasta la llegada del Renacimiento donde comenzaron, tímidamente a aparecer reflejados en la literatura, una visión positiva de las relaciones homosexuales. Marlowe y Shakespeare no dudaron en relatar la relación afectiva de Eduardo II  con otro hombre. En Francia e Italia surge también, de la mano de autores y con tintes eróticos, ejemplos de relaciones lésbicas. 

  Y ese fue, también uno de los grandes problemas de la representación LGTBI en la literatura. Si bien, de algún modo velado, se comenzó a "normalizar" las relaciones entre hombres; las relaciones afectivas entre mujeres quedaban relegadas a la sátira o a la literatura erótica. A pesar de que se tratase el tema, era habitual que el destino de los personajes que mostraban estas identidades tuviesen un fatal desenlace, una suerte de castigo. En Christabel de Coleridge o Carmilla de Sheridan Le Fanu tenemos dos historias de corte fantástico cuyas protagonistas femeninas se ven atraídas por otra mujer. 

 Durante el siglo XIX asistimos a, no solo una nueva invisibilización, sino a una condena fruto del auge de la clase media y la necesidad de promocionar unos valores  que se conseguían a costa de criminalizar cualquier opción que se saliese de lo "tradicional".

  Debemos entrar en el siglo XX para comenzar a ver una verdadera diversidad de protagonistas que representen el arcoíris que supone las diferentes identidades. Un referente fue Margueritte Radclife Hall y su novela El pozo de la soledad donde relata la vida de Stephen Gordon, una mujer que debe convivir con el rechazo que le produce el género impuesto y la atracción que siente hacia las mujeres.  Esta novela es especialmente llamativa porque, no sólo plantea las relaciones entre mujeres con total naturalidad, huyendo del erotismo, sino también las cuestiones sobre la identidad de género.  Virginia Woolf también nos ofreció un personaje brillante en Orlando donde, reacciona ante la cantidad de autores de su época y satiriza su estilo con un protagonista que transiciona y nos muestra el lugar de la mujer en diversas épocas.

  Ursula K. LeGuin nos ofreció en La mano izquierda de la oscuridad, posiblemente una de las mejores novelas de ciencia ficción sobre la identidad de género. En ella, nos cuenta la vida en el planeta Invierno donde sus habitantes son biológicamente bisexuales y pueden elegir ser hombres o mujeres. Posiblemente, el experimento de LeGuin tratase de descubrír qué ocurriría con la humanidad cuando la identidad de género deja de ser relevante. 

  Por último me gustaría tratar a un personaje en concreto del que muchos leímos continuamente y pasó casi desapercibido. Entre 1942, Enid Blyton publica la que sería la primera de muchas novelas con un grupo de cinco amigos como protagonistas: Julian, Dick, Ana, Tim el perro y Georgina, su dueña. A esta última me refiero. Odia ser una chica, siempre lleva el pelo corto como un chico e insiste en que todos le llamen George. Siempre está en contra de realizar lo que los demás llaman "cosas que las chicas hacen" y es feliz cada vez que la confunden con un chico. Puede que George fuese el primer personaje no binario que encontráse en nuestras lecturas de niños y, tal vez fuese un granito de arena en el proceso de aceptar la diversidad de género.

   Y hasta aquí este fugaz repaso donde no están todos los que son. Hasta la próxima entrada, personitas.

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